LA GRIETA DIGITAL 11

SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013

Para volver al SUMARIO CLICK AQUI

EL GUIÑO ARROGANTE


Por Rodrigo Álvarez

 Oriunda de una acomodada familia chaqueña, tempranamente María Avelina supo hacerse amiga del juez. A los 22 años, la hoy furibunda defensora de la Constitución y las instituciones de la República, fue nombrada asesora de la fiscalía en el Poder Judicial del Chaco en febrero de 1979, gracias a un decreto firmado por el entonces interventor de la provincia Gral. de Brigada Antonio Serrano. Durante su intervención tuvo lugar lo que hoy se conoce como “masacre de Margarita Belén”, donde se torturó y fusiló a 22 jóvenes militantes. Mientras miles de su misma edad entregaban lo mejor de sí enfrentando a la dictadura, María Avelina ya tenía palenque ande rascarse. En octubre de 1982, sin respetar la carrera judicial, es ascendida a secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia chaqueño, cargo con jerarquía de juez de primera instancia. Faltaba un año para el final de la dictadura genocida.
    Según la denuncia que hiciera José Pirillo –ex dueño del diario La Razón y ex socio del actual CEO del Grupo Clarín– Héctor Magnetto le habría confesado que a sus hijos adoptados durante esos años oscuros “se los había conseguido” María Avelina. Un guiño al poderoso.
    Acaso este favor, explique tantos minutos de aire en las distintas señales del monopolio mediático para una pitonisa. Blanca Curi nunca tuvo ese privilegio. Tal vez porque no tuvo la perspicacia de María Avelina de sintonizar el deseo de los núcleos de poder, como el capítulo en que se escandaliza ante el cristo crucificado sobre un avión de los Estados Unidos, exhibido por Ferrari justo al lado de la Iglesia donde comulga. Entonces María Avelina deseosa de enjaular a tamaño León, vocifera su fe profanada en un guiño cómplice hacia la jerarquía eclesiástica.
    Así, con entera pantalla a su disposición, María Avelina, crucifijo en pecho, surge como una de las protagonistas de la telenovela política de estos años, y en su rol de vecina del mismo consorcio aparece siempre enfurruñada con la de arriba, la mujer del tuerto. Memorable el capítulo en que sugiere que lo mejor que le podría pasar a la de arriba “es un buen divorcio. También podría quedar viuda, sería divino”. Tremendamente cristiano su deseo. Nuevo guiño al gorilaje vernáculo.
   En pleno conflicto del gobierno kirchnerista con las entidades agropecuarias, reclamó: “dejen en paz al campo”, un guiño sojero, un guiño también a su ex primer marido Enrique Santos presidente de la Suciedad Rural de Chaco.
    Para ganar cartel y rating televisivo, despunta el vicio en quinieleras apuestas, donde silenciando la revelación de la que se autodesigna portadora, profetiza días difíciles, sombríos, apocalípticos. Números, cifras, fechas, referencias bíblicas, comparaciones con modelos totalitarios, un vasto catalogo de profecías siempre acompañadas de una excesivamente repetida e irritante guiñada de ojo para la cámara, pero…
    ¿A quien está destinado, en su calculada intención, cuando abandona por un instante a su interlocutor ocasional para mirar a cámara, cada guiño repetido hasta hacerse tic? Entendido como gesto de complicidad, cabe preguntarse hacia qué o quiénes.
 Lo que no se dice. El intrigante espacio vacío abierto, a toda posibilidad, al libre cavilar de cada cual, ahora contaminado por ese ojo que advierte pero no revela la secreta videncia de la que es portador, hasta conseguir que un complaciente entrevistador de turno al analizar la coyuntura le espete en cámara: “pero… ¿usted qué ve?”
    El guiño, en conducción, es interpretado como aviso de giro. De este modo si siempre es el mismo ojo, el derecho, el que guiña, se da una insistente exacerbación del sentido de giro, un eterno girar sobre la misma manzana, podrida. Hasta agotar la paciencia de los más entusiastas seguidores del culebrón. Hasta fomentar la burla de los críticos del folletín, memoriosos del cúmulo de vaticinios errados.
   Una psicografía premonitoria parece animar su obsesión por llegar a descansar sus sentaderas en el sillón de Rivadavia. Despreocupada por su figura, María Avelina cree ser la protagonista del profético dibujo que augura como salvadora de la patria a una mujer gorda. Afortunadamente, hasta hoy, Parravicini le pifió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario