LA GRIETA DIGITAL 11

SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013

Para volver al SUMARIO CLICK AQUI

PANEGÍRICO DE CHICHE


Por Vaninas Escales

Hilda Chiche González de Duhalde fue diputada y senadora de la nación pero el cargo que mejor le calzó siempre fue el de primera dama porque Chiche es y será primero esposa. Su ideología es su rol. Si José Narosky fue acusado alguna vez de feminista (sic) por el aforismo “Una mujer puede ser cardo u orquídea, suele depender del jardinero”, Chiche entiende que lo mejor de la mujer sale de tener un marido al lado y de ser madre. La mujer completa es puntal de su familia. Sonríe el telurismo reaccionario. Muestra satisfacción Francisco.
Un conocido político porteño contaba que los Duhalde organizaban reuniones políticas en su casa con gente de confianza, pero la casa estaba zonificada en grados de compañerismo. Hasta el living de los Duhalde llegaban los cercanos pero estos no podían acercarse al comedor, donde se ingresaba al segundo círculo de confianza y estaba destinado a leales probados. Pero ni estos ni los anteriores ingresaban a la cocina de la casa. La cocina era para los privilegiados, el entorno cercano, los que eran como de la familia, con los que se sellaba un pacto dándoles de comer de entrecasa. El conocido político vio el fin de su crecimiento con los Duhalde cuando habiendo estado en la cocina, un día no lo dejaron pasar del living. Simbología doméstica. Olfato de ama de casa.
Chiche hizo el camino de lo privado a lo público llevando domesticidad y asistencialismo. Fue la cabeza visible de una amplia red de punteras barriales que como eran esposas y madres nadie llamaba punteras sino manzaneras. Decenas de miles de madres y comadres que distribuían el Plan Vida, del Consejo Provincial de la Familia. Las comadres asistían a los “niños por nacer” y a las embarazadas. Si manzanera hace pensar en la fruta, que el sonido de la palabra no nos distraiga porque se trata de su homófono: manzana se refiere al espacio urbano cercado por calles. Las manzaneras fueron la versión de los 90 en la provincia de Buenos Aires de los jefes de manzana del peronismo clásico. Chiche imprimió a sus punteras el estilo de la Liga de Madres de Familia, el ala maternal desprendida en 1950 de la Acción Católica, la voluntad política materializada de la Iglesia argentina. Asistencialismo sacramental.
Chiche es un faro negativo. Los faros son importantes, nos guían, sabemos para dónde queremos ir. El faro negativo es “hacia allá no”. Es importante saber una cosa como la otra. Ese faro llamado Chiche prescribe un tipo de mujer definida por su deber ser una subjetividad sometida, ser madre, ser esposa, ser subsidiaria de opinión y pensamiento. La mujer que vive para su familia, la que dice en las revistas vulgaridades tales como “mi familia es mi mayor orgullo”. Chiche dijo que las mujeres no estaban capacitadas para la política, pero fue algo apresurada su afirmación. Ella misma fue herramienta política de su marido organizando un importante clientelismo barrial.
Podemos perder tiempo preguntándonos qué tipo de mujer es la que no sirve para la política según Chiche y tratar de entender esa cabecita loca, llena de vapores de cocina e instrumentalidad doméstica. Preferiría no hacerlo. Hay una regla sobre el anacronismo en historia que dice que no se puede juzgar hechos del pasado con términos que no existían en esa época. ¿Vamos a hablar de derechos civiles con Chiche, que es una exponente del museo de cera previo al feminismo de la segunda ola? Las estatuas del Grévin no razonan, no votan, van adonde las lleva el dueño del museo. Chiche es como un “Enrique el antiguo”, por su boca habla otra época. Lo que en Enrique y en Chiche invita a la risa es que lo dicen ahora, en tiempo presente, que son extemporáneos. A reír, entonces, que afloren las micropolíticas, ¿o nos vamos a tomar los chascarrillos en serio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario