LA GRIETA DIGITAL 11

SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013

Para volver al SUMARIO CLICK AQUI

¡POBRE AGUINIS NUESTRO!


Por Patricio Porta

Si un marciano le preguntara a Marcos Aguinis a qué se debe su cruzada, contestaría indignado que su pobre patria es aquejada por una dictablanda que se llama Cristina y se apellida Kirchner. Explicaría enseguida que Argentina es tierra abonada para la emergencia de un autoritarismo que empobrece a los argentinos, silencia a los medios de comunicación críticos y destruye las bases del sistema republicano. Es el escenario perfecto para convocar a una resistencia como la que se construyó en Francia cuando fue invadida por los nazis. Porque hay algo que Aguinis no se anima a decir claramente: estamos en guerra. Y en un estado de excepción, donde la normalidad ha sido perturbada por el fascismo, todo vale.
Aguinis confía en que los ciudadanos pongan fin a un régimen que paradójicamente llegó al poder por el voto popular y gracias a una mayoría electoral. Son las reglas del juego democrático que tanto defiende. El problema es que al kirchnerismo, un hecho maldito, lo percibe como un tipo de fascismo. Un vicio de la democracia. Desde su concepción de hombre liberal, cualquier gobierno que transgreda las rígidas estructuras republicanas para democratizar la sociedad es un gobierno fascista. Es válido preguntarse qué pasa por la cabeza de este escritor para llegar a identificar a CFK con Mussolini.  Pero eso no parece preocuparle, porque al fascismo hay que combatirlo de cualquier forma. Ese es el punto.
El problema es que en su confusión ideológica, Aguinis se pierde y pierde al resto. Desde el Grupo Aurora, un think tank a la americana de corte golpista, llama a la ciudadanía de buena conciencia a resistir pacíficamente. ¿Cómo? No pagando impuestos, por ejemplo. La estrategia es desfinanciar al Estado controlado por populistas ladrones y demagogos. Sí, al parecer Aguinis mutó de respetable liberal a un enfurecido anarquista libertario. Es difícil definirlo a esta altura. Si fuera un buen ciudadano, un respetuoso de la democracia, podría plantear una reforma impositiva para crear un sistema menos regresivo. Sin embargo, lo que pregona es una destrucción total del Estado. Es la única  manera de terminar con los fascistas. Pacíficamente, claro.
Este Vargas Llosa recargado peca de extremista. Su propuesta significa un país sin colegios y universidades, sin medios de transporte, sin sistema de salud, sin protección social para los más pobres. Un país sin nada. Un chiste hasta para Milton Friedman y su colega peruano. Incluso Ronald Reagan y Margaret Thatcher lo mirarían extrañados. ¿Una República sin Estado? Entonces el problema no es ni el kirchnerismo ni ninguna otra fuerza política de nuestro sistema multipartidista. Los planes de Aguinis sólo podrían convencer al marciano que tuvo la desgracia de topárselo. Quizás sin advertirlo, está incitando el odio que busca combatir en su guerra imaginaria.
Para su contienda, Aguinis busca reclutar a la ciudadanía. Aquellos que están del bando de los fascistas no son ciudadanos. Son cómplices o receptores de las migajas que el gobierno desparrama. Serán los ciudadanos, como los que baten sus cacerolas al ritmo de la destitución y el insulto fácil y estéril, los que salvarán a la República sin Estado. Con bravura libertadora exigirá que los seguidores del fascismo se larguen o limpien sus culpas luego de la derrota. Habrá un lugar subalterno para ellos en la patria que lo ilusiona. Como extremista que es, en su guerra hay buenos y malos. El pueblo es el que paga sus impuestos y los malos los que despilfarran esos aportes entre sus seguidores. Aun así sería imprudente llamar fascista a Aguinis. Por respeto a las víctimas reales del fascismo real.
El discurso de Aguinis está lleno de falacias. Mezcla fascismo, populismo y kirchnerismo y apenas puede definir qué es cada cosa. Su oposición al actual gobierno esconde su desprecio por el peronismo, que es el tema que realmente lo inquieta. Cuando la política se torna reivindicación de los excluidos y la democracia de masas se vuelve democracia popular es fascismo. Si no es falaz, es simplismo puro y forzado. Acusa a un movimiento que enaltece la alianza de clases de fomentar la división y el odio. Al parecer, la guerra que libra Aguinis es contra un país que se pretende construir entre todos y no sólo con y para algunos. No entendió el fascismo y menos aún el peronismo.
En los panfletos que ha publicado, y que se esmera en llamarlos ensayos cuando no tiene más alternativa que reconocerlo, Aguinis compara a CFK con regímenes belicistas y genocidas, como la Alemania nazi, y con dictaduras africanas, como la de Robert Mugabe en Zimbabwe. Cuba y Venezuela son malas palabras. El norte son los países de la región donde la educación es un bien de mercado o los programas de los partidos políticos son casi idénticos, como Chile y Uruguay. La Argentina ideal es aquella en la que cada cual se conforma con lo que le toca en suerte y en la que los ciudadanos se hacen cargo de sí mismos. En el universo Aguinis, cualquier proyecto colectivo es un desvío que conduce al populismo, la antesala del fascismo.
Su sueño de una Argentina pre peronista forma parte de su incapacidad para comprender que hay una patria sumergida en el subsuelo que nada tiene que ver con el servilismo que él le atribuye. Como le cuesta caracterizarla y reconocerle legitimidad política y ciudadana, la confunde con un subproducto del fascismo que, en Argentina, lo ejercieron históricamente las dictaduras cívico-militares. La basta chusma tonta e ignorante, además, es la que garantiza la victoria electoral del populismo. La democracia pierde sentido y evadir impuestos, que constituye un delito en Argentina y también en los países escandinavos que tanto admira Aguinis, es la solución mágica. Si no se puede contra los fascistas y sus votantes, habrá que amputarle los brazos al Estado.
Lo que Aguinis dice sin explicitarlo es lo siguiente: “argentinos buenos, no fomenten la vagancia y no paguen con sus impuestos el pan dulce y la sidra de los argentinos malos”. Para un hombre como él, los pobres son pobres porque quieren y se conforman con la limosna estatal. No hay lugar para la justicia social ni para la autodeterminación popular en su pensamiento. Aguinis asocia la pobreza material con la concepción que algunos liberales tienen del populismo. El peronismo otorgó un rol protagónico a los sectores populares en la escena política. Las cabecitas negras enterraron la Argentina ilustrada que Aguinis añora. Su torpeza consiste en desconocer la realidad y las aspiraciones de quienes desestima. Es un sinsentido analizar Argentina como si fuera Finlandia. Aguinis desconoce el país que habita. Es de aquellos que hablan (y escriben) mucho porque saben y entienden poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario